Matices de Vida: Exposición 2024-2025

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Durante el mes de junio en la “Galería de Arte José Domingo Lamar” de la Gobernación del Azuay, se realizó la exposición de las pinturas y objetos realizados por nuestros estudiantes en los diferentes talleres.

Ángeles Martínez, escritora y poeta cuencana, realizó la apertura de la muestra.

Sus obras: (Cuenca; 1980). Máster en Antropología de lo Contemporáneo, Universidad de Cuenca. Máster en Edición, IUP. Universidad Carlos III de Madrid. Licenciada en Historia y Geografía por la Universidad de Cuenca. Ha publicado 8 libros de poesía: Entrecortada (La Caída;2020); Múltiple Recámara y delirio de luto (El Ángel Editor; 2014); Trasnoche (Casa de la Cultura Núcleo del Azuay; 2012); Trozos de Vidrio (Casa de la Cultura Ecuatoriana; 2007); Subcielo. H-onda de David (Casa de la Cultura Núcleo del Azuay- Universidad de Cuenca; 2004); Neos (Plaquette. Edición alternativa y casera; 2000); Un Lapso de Impiedad (Universidad de Cuenca; 1999). Libros colectivos: Aunque Bailemos con la Más Fea (Ziete; 2002); Nadie nos Quita lo Bailado (Ziete; 2005). Consta en diversas antologías nacionales e internacionales. Ha representado al país con su poesía en eventos nacionales e internacionales como “Poetas a través de las Américas”, Trinity University, San Antonio, Texas; Feria del Libro de Santiago de Chile y la de la Habana Cuba, Paralelo Cero, varias ediciones de la FIL Quito y Guayaquil, entre otros.

Fuente: https://www.elangeleditor.com/uncategorized/angeles-martinez-donoso/

Discurso para la Exposición  Matices de vida

Por: Ángeles Martínez Donoso.

Cuenca, 6 de junio de 2025


Presentar esta exposición es, para mí, uno de los privilegios más grandes que he tenido. Es una oportunidad para detenernos en medio de las prisas diarias, dejar de lado los egos desmedidos y las preocupaciones banales, y poner un pie en la tierra. Es también un momento para sentirnos acariciados por una inocencia que creíamos perdida, por una risa que atraviesa la materia, por un compañerismo sincero y por un impulso que nos recuerda lo que significa ser humanos: pensar en los demás, en todos los demás, con sus diferencias, y sentirnos a gusto entre personas auténticas.

Me refiero a estos chicos y chicas, a sus profesores, directivos y familias.

Voy a contarles sobre las cosas muy extrañas que me han pasado para llegar aquí.

Primero lancé los dados. Salió dos: uno y uno. Caminé dos pasos y, adivinen con quién me encontré sin conocerla siquiera: con Eulalia. Estuvimos sentadas codo a codo durante un evento de premiación en el Salón de la Ciudad. En medio de tantas emociones, hicimos clic. Y ella me habló de ustedes. Meses después, ese evento tan serio y formal, la Sesión Solemne por la Fundación de Cuenca, disfrazada yo con tacos y todo, me trajo hasta aquí.

Y justo ayer, me desperté y, como Alicia, caí por un túnel y ¡zaz! aparecí gracias a un conejo blanco en la puerta de su escuelita. Se abrió un portal mágico y tuve la suerte de visitarles. ¿Se acuerdan? Porque tuve que conocerles para poder estar aquí.

Un viento me llevó hasta la puerta. Cuatro o cinco chicos, desde su panadería, con sus ingredientes secretos, preparaban delicias para hoy, que es día de fiesta. Ellos, como duendecitos oficiosos, me señalaron dónde estaba el timbre en la panadería y siguieron con lo suyo, preparando sus recetas.

Yamilé Piedra apareció, bajada de algún pasadizo secreto, para guiarme por los pasillos y no perderme por ahí en mis pensamientos y esas cosas, porque soy muy despistada y siempre me quedo en los pensamientos y esas cosas, como buscar tréboles de cuatro hojas ¿a ustedes les pasa?.

Ahí, de una que se abre una puerta, y otra y otra, y todos los estudiantes me recibieron con emoción, y yo también estaba emocionada, muy muy emocionada. Conversar con ustedes fue como ganar la golosina con la carabina chiclera: conversar con ustedes, chicos y chicas tan hábiles, y con sus maravillosos maestros.

Como un caleidoscopio, de esos que pones el ojo y da la vuelta todo en colores y formas, mis ojos se llenaron de colores, bordados, pedacitos de madera, lienzos, pañuelos tejidos, adornos, cuadros, retratos, ¡hasta un portaparaguas!

Recuerdo, como en un sueño, las pocas palabras que cruzamos: el pequeño que me dio un beso en la mano, la que me llamó “Ángel”, la que me contó que le gustaba Aurora, la princesa; el chico que me mostró su chanchito bordeado por arena, María Esther que estaría hoy de protocolo con una gran sonrisa, Mateo, Daniel, Oswaldo Quinche que ya vendió la corona antes de ponerla a la venta, Renata y José que faltó otra vez…

Un salto, dos saltos, tres saltos y estaba dentro del aula de cerámica. Cada uno estaba muy concentrado en su tarea: pintaban angelitos, hacían guirnaldas, macetas, adornos. Había un desborde de texturas y colores, como un mar o eso.

En esa primera parada, sentí algo que se repetiría en cada clase: ahí había compañeros, de verdad. Más tarde, el profesor de marquetería me diría: “Aquí no hay envidia”. No es ese “yo hago y no te cuento”. Ajá, esa enseñanza la cosí en mi bolsillo para que no se me pierda y para contarle a mi hijita y a mi perro Ringo cuando llegara a casa.

Es que ayer no les dije, pero yo, que vengo de las savanas laborales, tengo todos los días que lidiar con algunas fieras (leones, serpientes, cocodrilos) de oficina y, a veces, tengo que convertirme en uno de ellos. Por eso me gustó que, cuando llegué ayer, me sentí como un pajarito: no tenía que fijarme por dónde caminaba para que no me muerdan, solo revolotear en sus risas.

Es verdad que también encontré a algún que otro enojón, alguna que hacía matemáticas, otrito que dormía, un pequeñín que no quería hacer la tarea de hoy, alguien que solo quería espacio para su diálogo interno. Y está muy bien, porque si no, la vida sería tan aburrida.

Catalina Pauta, la profe de cerámica, dice que tienen una creatividad totalmente innata, o sea de cada uno, cada uno, ella en su sabiduría me regaló una enseñanza. “La esencia de todo humano es la diversidad, al ser diversos eso hace que sea interesante y lo mejor es el trabajo colaborativo”.

También Catalina me contó un secreto, de una chiquilla que quiso hacer a su gato y que se le rompía, se le rompía. Después de cada intento, se quedaba con la cabecita sin pegar, se deshacía. Para hacer su gato, Maité tuvo que aprender a vaciar la figura, tuvo que trabajar en tantos intentos, “vamos sí se puede, sí se puede”, pero las manos calientitas hacía que otra vez no funcionara, e intentó una cifra impresionante, así como cinco veces y sus horas, en verdad. Y esa escultura, la de Lumi, el gato de Maité, debe estar por ahí; no dejen de tomarse una foto a su lado porque es un monumento al esfuerzo, a la resiliencia y, por supuesto, a la dulzura.

Una carrera de 100 metros y estábamos un poco sin aire en al aula que yo llamaría de diseño gráfico y artístico, con especialidad en vitrales, técnicas de transfer y otros. Ahí la profe monita soplaba vida con sus estudiantes a objetos utilitarios para la casa, que eran decorados con flores, figuras, sobre todo orgánicas, en vidrio y otros materiales, el mundo debería siempre tener un aula de decoración. Cada cual a su estilo, armaba una canción con patrones vibrantes, capturaba un jardín y los ponía en asienta ollas, floreros, y otros elementos que ya no serían jamás aburridos.

En un avión de papel subimos con Yamilé, al aula de pintura, con sus palabras de maestra sabia, me contó la vez que vino de visita un arrogante político que quería sacarse una foto con alguien importante y que Eulalia le dijo que sí, que ahí, claro, había alguien importante, que ahí en esos chicos estaba el mismísimo Jesús, espero que haya aprendido su lección. Yamilé ambién me habló de cómo hay que trabajar con todos, incluidos los papitos, y cómo toda la escuela se armó por gente buena, y sus donaciones. Es maravilloso saber que hay más gente buena.

Ya en la clase de pintura,  había una gran cantidad de cuadros,  muchos muchos, y el profesor me contó del proceso, saben, cada uno nace de un pequeño trazo, como una semillita, que luego aprende una técnica, que es regado por un concepto, bañando por una inspiración, a veces una imagen que se proyecta. Ahora mismo todos los estudiantes hacían cholitas, y vi cómo cada uno tenía un estilo, algo que solo se logra gracias a una guía experta, pero también capaz de leer al artista detrás del trazo. Así, el puntillismo o unos cuadros que me gustaron tanto que parecían hechos con píxeles de un videojuego, unos personajes de grandes cabezas, los colibríes que abrían sus alas, el carro de Fórmula Uno, creo yo, de Senna para un hermano querido, obras abstractas, un bazar en donde podías encontrar todo aquello capaz de ser imaginado, pero plasmado en una realidad capturada con una delicadeza impresionante. “Teníamos un alumno, José Jimenez, hacia trazos solo en una parte, me daba la vuelta y estaba roto el papel, pero ahora hace estos cuadros y wow” la obra de las flores que me mostró…en la pared el profe, Francisco Idrovo, tiene pegado un escrito suyo, porque es tan grande la vocación que no son suficientes todos los lienzos del mundo y también, de vez en vez, pinta palabras.

Luego, había que volar, y en el cóndor inmenso que estaba en el patio llegué al aula de costura, y saben qué ahí las agujas no pinchan. Les voy a contar que mi mamá siempre hizo sus regalos del Día de la Madre porque jamás pude con el punto cruz, tal vez no me gustaba pincharme los dedos, quizá simplemente no tenía su habilidad. Yo ahí me encontré incluso con dos chicas hermosas, listas para ser maestras artesanas, con unos bordados tan delicados que me dieron una puntada en el corazón, como un golpecito para que no se olvide nunca de latir, y estaba también una señorita orgullosa de venir de Gualaceo, tierra de gente habilísima.

Solo una escalera altísima podía bajarme al aula de maquetería, en el piso de abajo, era un espacio donde se lija, se arman cajitas con técnicas milenarias, pedacito a pedacito. Se enmarcan las obras de arte de los otros talleres, se hace una coqueta, un ajedrez, una mesa. Ahí están ellos, con mascarilla, lija, cortan, pegan, barnizan… objetos con un algo de encanto parisino, al poner la mano en cada objeto sentí que había algo de música, el árbol que guardan en su fondo pulido.

Quiero decir, los profes me hablaron de los procesos, de la paciencia, el cuidado de respetar los gustos de cada uno, las habilidades de cada uno, eso por supuesto no es tarea fácil, pero ahí en esas clases en donde el arte llena y el arte sirve, porque también es una salida de subsistencia para estos chicos y chicas (así que a comprar mucho hoy)…

Me habían dicho que hablara de sus obras, pero ¿qué voy a hablar yo toda seria de sus obras? Yo quería estar con ustedes un ratito porque sabía que eso me daría un poder: el de hacer que todo lo que vemos aquí sea aún más hermoso. Porque, escuchen bien, hay un alma que late en la esencia de estas creaciones.

Todos están emocionados; aquí hay una exposición y una venta. Mis palabras son para  para decir a los presentes que quienes se llevan una obra no se llevan solo una obra: se llevan horas de esfuerzo y amor, un amor real, de ese que no se compra ni se finge. Se llevan un pedacito de luz que nos recuerda que la vida puede y debe ser diferente.

Quiero insistir en que nada de lo que hay aquí es como lo que hay allá afuera; tienen otros sentidos y otros sentires. Nosotros mismos, hoy aquí, no somos los que somos afuera: somos nucho mejores.

Gracias por la oportunidad, y felicidades, mis artistas”.